Arturo Herrera Venezolano, 1959
El artista venezolano Arturo Herrera es indudablemente uno de los creadores más importantes del siglo XXI. Su obra —distintiva, heterogénea y multifacética— ha alcanzado una impecable trayectoria, siendo expuesta en las más prestigiosas instituciones museísticas tanto en Estados Unidos como en Europa, a la vez que ha ingresado a las colecciones del MoMA de Nueva York y de la Tate Modern de Londres.
El artista venezolano Arturo Herrera es indudablemente uno de los creadores más
importantes del siglo XXI. Su obra —distintiva, heterogénea y multifacética— ha
alcanzado una impecable trayectoria, siendo expuesta en las más prestigiosas
instituciones museísticas tanto en Estados Unidos como en Europa, a la vez que ha
ingresado a las colecciones del MoMA de Nueva York y de la Tate Modern de Londres.
Su práctica artística resulta de gran complejidad y elude cualquier categorización:
algunos críticos insisten en una interpretación post psicoanalítica, por su tendencia a
fragmentar consecutivamente las siluetas de los dibujos animados para luego —a
partir de la técnica del collage— crear nuevas representaciones que derivan en una
abstracción a veces gestual, otras más estructurada. El resultado es un imaginario de
formas híbridas y mutiladas que actúan como detonantes en la memoria del
espectador y que parecieran emerger de su inconsciente, desplazándose
impetuosamente como si se tratase de una secuencia cinemática. No obstante, su
propuesta pareciera advertir la vigencia de los lenguajes abstractos en el arte actual:
nos recuerda que las vanguardias europeas y sus variantes norteamericanas
demandaban el rigor y la pureza estética de la forma por encima del argumento
subjetivo. Lo notable de su trabajo reside precisamente en favorecer la ambigüedad y
la imprecisión de lo representado. Al combinar la lectura directa de elementos de la
cultura popular con el complejo enigma del arte no figurativo, ensamblando elementos
del surrealismo, el dripping expresionista y el minimalismo, auspicia la creación de una
obra inquietante, en permanente tensión, que ni es literal y comprensible ni tampoco
es hermética y abstracta. En ese sentido, Herrera, como tantos otros artistas de la
actualidad, se apropia del modernismo para reconsiderarlo y reciclarlo en una vital
operación transformadora.