Enay Ferrer Venezuela, 1974

Obras
Biografía
"Soy un artista con una profunda necesidad de entenderse"

Enay Ferrer, Nace en Caracas el 13 de mayo de 1974 .

1994/1996 Escuela Técnica de Artes Plásticas Eloy Palacios, Maturín. Técnico Medio en Artes, Mención Pintura.1998 Ingresa en el Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas «Armando Reverón» de Caracas, actualmente UNEARTE. Licenciado en Arte, Mención Pintura. Actualmente reside en Madrid, España. 

 

A su reiterada crítica a la violencia, que se ha canalizado en la problemática urbana con sus diferencias sociales, en los últimos años Enay Ferrer ha sumado una conciencia sobre la violencia ejercida, directa o indirectamente, desde el poder político contra la buena fe del pueblo, violencia en la forzada refundación de la historia y el intento de falseamiento de la memoria colectiva, violencia en rituales de santería para invocar la permanencia en el poder, violencia en la suplantación expresa o soterrada de los santos y de los héroes.

Ferrer quiere tratar de entender el mundo que lo rodea, y sus instrumentos son la pintura, el dibujo. Se vincula así a distintos compromisos: a aquel estado de conciencia que él suscribe en tanto hombre de pensamiento, y al saberse artista y sentirse un ser privilegiado que puede enfrentar los horrores de su tiempo a través de figuras de sustitución –parábola, hipérbole, metáfora o metonimia-. Quiere referirse a los males del mundo a través de la estética y crea seres alados como arcángeles que habitan entre la justa ira y las imágenes de la belleza: a la vez la levedad angélica y la oscura presencia de la sombra.

 

“No más feos” señala un letrero en una de sus obras, en referencia “a la situación actual del país y a la gente que lo conduce” y en una “petición que nos libere de ellos”. Señala así, desde los predios de la creación artística, el grave peligro que la fealdad moral de los líderes puede implicar para un país. Dice el filósofo Julián Marías: “Las personas de almas feas sienten predilección por algunas cosas y suelen agruparse de acuerdo a ello. De ahí la mayor o menor ‘densidad’ de fealdad anímica (…) El indicio más claro y seguro es la relación con la verdad. La indiferencia ante ella es una evidente disposición a la fealdad del alma (…) Y la actitud ‘contra la verdad’ es el rasgo capital de esa fealdad” 

A pesar de su larga estancia en el interior de Venezuela, Ferrer es un joven de las generaciones urbanas en quien el impacto de una ciudad como Caracas ha dejado huella. Lo marca también el haber crecido en una familia con valores religiosos, en un hogar en el que los símbolos de tal religiosidad han sido parte visible de la vida cotidiana. Hombre de este tiempo políticamente complejo, tiene un claro sentido de su contemporaneidad, pero a la vez una sensibilidad abierta tanto a etapas anteriores de la historia como a valores permanentes de la humanidad. Ferrer es un creador penetrante, además, para observarse en la convivencia consigo mismo, acaso el reto más difícil y del que la fuerza de sus autorretratos da fe.

 

Sus imágenes se han ido moviendo –sin nunca cerrar del todo cada etapa- entre los llamados de la tierra y los de lo alto: entre sus Animales de asfalto y sus Habitantes del cielo. Ahora su voz se alza -a la defensiva y a la ofensiva a la vez- para clamar y reclamar Con los Santos no se juega, uno de los llamados que está sintiendo que la época le exige. Así, como hacía de niño cuando se encerraba en su cuarto y dibujaba el entorno de su casa, y lo que no le gustaba lo transformaba sobre el papel, en los últimos años se concentró en sacar de sí una obra que es alegato ético y defensa de las creencias individuales, a la vez que una creación poética y plástica de notable fuerza, en la que va transfigurando a su manera nuestro drama colectivo.

 

Dice el artista: “Algo que me preocupa mucho en mi trabajo es la conexión con el alma. Es probable que tenga mucho tiempo pensando y racionalizando la pintura, pero yo siempre me obligo a no desprenderme de su aspecto emotivo”.  Y dice Víctor Krebs: “El alma se forja en la lucha y en la tensión esencial entre la inteligencia y la interioridad”.

 

 Un creador como Enay Ferrer está abierto a esa interioridad que atañe tanto a la propia corporeidad como a los llamados del alma, tanto a los medios sensibles como a las ideas trascendentes, tanto a los placeres estéticos como a la conciencia ética. Integra contenidos de la memoria, donde se reúnen lo muy antiguo y lo muy actual en el instante de creación de la imagen. Quiere hacer un “arte activo, como conocimiento” y no un “arte pasivo, de artefactos para vender”.  Sus obras, llenas de sí mismo pero también de alusiones al sufrimiento social, conectan de modo profundo y sutil el pensamiento del intelecto con los saberes del sentimiento y la emoción.

 

- Maria Helena Ramos

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