Documento del aquí y el ahora: Pedro Medina
…desde una declaración generacional y una memoria contemporánea, Pedro Medina explora el mundo material a través de la pintura y con su práctica documenta cómo es vivir, consumir y simplemente, hacer arte hoy.Ruth Auerbach
Curaduría: Ruth Auerbach
Lo primero que llama la atención al interpelar las refinadas pinturas y dibujos de Pedro Medina (1990) consiste en experimentar la intuitiva capacidad que poseen sus imágenes de aprehender valorativamente un heterogéneo universo de cartografías físicas y afectivas que atraviesan narrativas cotidianas, registradas en escenas de escala intimista. El artista ha hecho de su entorno inmediato un motivo y un orden epistémico para comprender el mundo externo y, el interno, desde el lugar del observador emancipado. La suya, percibe así, una nueva sensibilidad consciente de habitar el aquí y el ahora histórico.
Su más reciente cuerpo de trabajo, que hoy expone individualmente en Beatriz Gil Galería, recrea el desplazamiento geográfico del artista entre su Maracaibo natal y la ciudad de Caracas. En cada imagen documenta, a partir de un proceso de percepción y reconocimiento particular, dos aspectos que fundamentan el ejercicio de su práctica pictórica: la relación dialéctica que establece entre la extensión del paisaje urbano y la cercana intimidad del individuo social en su entorno habitual. Ambas instancias transitan con franca naturalidad desde los ámbitos de la esfera pública a la privada, desde la lejanía panorámica a la inmediatez del rito social. Y con ello, sus afectos se instalan en una aproximación a nuevos estímulos visuales a partir dinámicas diversas.
El punto de vista elegido por el artista para descubrir sus imágenes se sitúa invariablemente desde aquellos lugares que frecuenta: su casa, la del amigo, las orillas del lago de Maracaibo, el entorno donde realiza sus actividades o la plaza pública congregada por personajes anónimos. Desde allí constata el escenario que lo conmueve y le otorga identidad: observa, documenta y revela mundos y topografías sensoriales en un reconocimiento a la otredad posible. Capta por igual los fenómenos naturales y un ecosistema en torno a la industria local, con los valores que emanan del evento familiar y afectivo, cuando retrata escenas espontáneas de reuniones y celebraciones protagonizadas en el espacio doméstico. Representaciones colectivas captadas en planos abiertos o desde perspectivas cercanas en las que más que los rostros, son los objetos sus intérpretes.
Estas escenas, -que podrían emular la tradición del género costumbrista- no provienen de su imaginación, han sido registradas previamente por el lente de la cámara en instantáneas fotográficas para ser llevadas al lienzo de manera meticulosa, evadiendo el hiperrealismo en favor de una enunciación naturalista. Y, aun sin ser representaciones hechas al aire libre no dejan de percibirse como un guiño a la técnica au plein-air impresionista, aproximándose más a las estrategias foto pictóricas utilizadas por Edward Hopper o David Hockney.
Los objetos que atesoramos, la comida que consumimos, los muebles de nuestras casas, la vestimenta que usamos y el contexto que habitamos, relatan las historias sobre quiénes somos, qué valoramos y de dónde venimos. Pedro Medina nos entrega estas “naturalezas vivientes” en las cuales recrea mundos reales, orientando pistas sobre las vidas y costumbres de personajes cercanos a su medio ambiente para asimismo reflexionar la relevancia de los procesos socioculturales y las políticas económicas. En ellas, el espacio íntimo se abre al paisaje, pero también se observa a sí mismo en tiempos de contingencia. Es así como desde una declaración generacional y una memoria contemporánea, Pedro Medina explora el mundo material a través de la pintura y con su práctica documenta cómo es vivir, consumir y simplemente, hacer arte hoy.
Caracas, septiembre 2020