Recorridos Habituales: Ricardo Gómez Pérez
iPhoneografías de Ricardo Gómez Pérez protagonizan individual en BEATRIZ GIL Galería
Curaduría: Ruth Auerbach
“Seguramente estas imágenes, en las que se manifiesta sobre todo el subconsciente, dicen más del fotógrafo que del propio tema. Para mí la fotografía es un medio puro de expresión visual, y no estoy interesado en utilizarla para ninguna otra finalidad”.
La propuesta que ha venido desarrollando Ricardo Gómez Pérez en los últimos tiempos se concibe como un cuerpo de trabajo homogéneo, sustentado en una perseverante exploración creativa en torno a la noción de la fotografía como objeto y al objeto encontrado como materia de representación. La suya corresponde a una dialéctica a partir de la cual el proceso y el material se traducen en una imagen –fundamentada en la experimentación de nuevas tecnologías–, que le acreditan un lenguaje propio y singular. Sin duda, el alto grado de democratización alcanzado hoy por la fotografía le permite participar del hecho cotidiano al enunciar en registros instantáneos las expresiones visuales de una época, pues la accesibilidad al dispositivo digital concede a las inmensas mayorías una participación cada vez más activa en la construcción de documentos y en la producción de memorias. Esta extrema saturación de imágenes y la constante circulación mediática que opera, indistintamente, entre el dominio público y el privado marca y destaca, no obstante, el lugar y el alcance de la fotografía de autor.
Desde finales de los años setenta la extensa trayectoria de Gómez Pérez ha sido ampliamente reconocida a partir de una notable selección de personajes públicos, paisajes urbanos, desnudos y niños, agrupados en series diversas, expuestas tanto en Europa como en Latinoamérica y los Estados Unidos. En esta, su primera muestra individual, luego de un lapso de tiempo dedicado al compromiso profesional, avanza hacia una indagación fotográfica cuya fortaleza se ejerce desde la versatilidad del medio, afianzando las estrategias híbridas e impuras que propone la fotografía contemporánea. Sin embargo, estos trabajos recientes insisten en las motivaciones y prácticas que definieron sus planteamientos iniciales en los que percibía la realidad a través de equipos tradicionales y cámaras fotográficas de bajo costo, formato cuadrado y negativos enmarcados con borde grueso. Imágenes analógicas reveladas invariablemente en blanco y negro que retrataban, desde la mirada subjetiva del artista, un universo gestual y en movimiento donde la poca definición del sujeto –registrado en silueta difuminada– expresaba la ambigüedad de las formas y los enigmas de la representación. Estas particularidades se reivindican ahora cuando comienza a indagar en las considerables posibilidades de la fotografía móvil como herramienta de trabajo. Atraído por su enorme capacidad de inmediatez, por la superficie cuadrada a la que venía acostumbrado y decisivamente por la libertad que le permite el tránsito por contextos –cada vez más complejos–, ingresa de pleno a la práctica de lo que se ha dado por llamar la iPhoneografía, para desarrollar un esmerado ensayo autoral desde las prerrogativas que aporta lo digital. Fotografía compulsivamente todo aquello que percibe: formas y motivos inesperados que capta para levantar una suerte de bitácora o imaginario iconográfico, que no es otra cosa que fragmentos de una biografía y el discurrir de una mirada voyerista por los diversos escenarios de su entorno.
El registro fotográfico de la materia encontrada no se resuelve a partir de una puesta en escena de alto nivel de producción, preconcebida como una dimensión épica y una narrativa pictórica, característica de las elaboradas realizaciones de los años noventa. Por el contrario, en su propuesta, Gómez Pérez recurre a procedimientos sencillos y a la urgencia por aprehender la imagen. La suya es una fotografía que retoma y restaura sus atributos esenciales; su mirada capta aspectos y materialidades o formas comunes –casi triviales– de la cotidianidad urbana y doméstica, reuniendo y codificando un repertorio de argumentos temáticos que exploran y construyen series diferenciadas: los objetos materiales, la naturaleza botánica, y las abstracciones arquitectónicas, concebidas con la mínima intervención.
Eventualmente, los géneros artísticos tradicionales se reeditan en nuevos contextos culturales. El paisaje, la naturaleza muerta y la fotografía de calle son nociones y asuntos universales que ejercen su influencia y se proyectan renovando constantemente sus contenidos, pues de su esencia parecen surgir soluciones para rehabilitar las potencialidades icónicas de la imagen. El repertorio visual que nos entrega Gómez Pérez desafía, con todo, la relación y la proximidad de géneros: los objetos encontrados en su recorrido por los lugares habituales –la calle o el parque–, fragmentos de una vegetación descartada y anónima, así como también de cuerpos caídos, elementos inesperados, precarios y fugaces que se relacionan con los volúmenes y espacios que habitan la urbe. En ese ir y venir, a veces deambulando sin rumbo, otras recorriendo las rutas de su andar cotidiano, descubre los argumentos visuales que definen sus imágenes.
Los distintos cuerpos materiales son atraídos por la mirada del paseante acucioso que en su tránsito descubre un universo de sugestivos y fascinantes detalles que captura al momento, desde una perspectiva cenital, frontal o en picada, estas entidades que yacen en el asfalto o en la tierra. Invariablemente va a la búsqueda de una superficie que se manifieste como fondo para exhibir el objeto o la forma encontrada, pues el contraste de texturas definen la sofisticada naturaleza de sus imágenes y de una composición atenta que busca el equilibrio visual dentro de los límites impuestos por el formato cuadrangular. En consecuencia, entre la duda y la inmediatez, entre la imprecisión y el categórico “instante decisivo” se ubica la evidencia de la toma fotográfica.
El arte no comienza con opiniones, sino con la observación y la curiosidad
Vic Muniz
I.
La serie Botánica desarrollada por Gómez Pérez asume sus referencias con la obra del alemán Karl Blossfeldt, conocido por sus fotografías de primeros planos de plantas y formas vegetales que, según el autor, debían ser apreciadas no solo como un objeto natural, sino como una estructura artística y arquitectónica. Al mismo tiempo y como antítesis a los imperativos de esta Nueva Objetividad, se aproxima a la serie Herbarium (1984) de Joan Fontcuberta, cuyas representaciones provienen de la creación de especies ficcionales e imaginarias que parodian desde lo surreal, la veracidad de la ciencia y la fotografía naturalista, estableciendo así la duda entre lo natural y lo artificial.
Nuestro artista lleva estas premisas hacia otras consecuencias. Su propósito no es la del científico positivista, ni estas imágenes deben ser interpretadas como un estudio taxonómico o una disposición enciclopédica por la clasificación de las especies. Aunque se derive de la observación y de la representación objetiva, su propuesta está definitivamente atada a la anécdota, a la crónica o al relato urbano y se ubica en una dimensión intermedia entre el espacio público y su esfera privada. Es el resultado de una mirada sensible y esteticista que, no obstante, interpela –si eso es posible–, la poética de estas naturalezas encontradas, la sensualidad de sus formas, la plenitud plástica y la extraña belleza que evocan entre los resquicios de una ciudad despiadada, sórdida e impúdica.
Descubre, por ejemplo, una pequeña palmera sometida a la superficie pictórica de un grafiti callejero. Figura y fondo se funden en un refinamiento nostálgico ante la ruina prematura del entorno, dando inicio a un proyecto artístico que busca superar la literalidad del registro documental para revelar una imagen más allá de lo real. A partir de entonces, construye una antología de plantas, hojas y flores que manifiestan el paso del tiempo en gradaciones monocromáticas influenciadas, decisivamente, por el legado estético del grabado y el daguerrotipo.
En estas imágenes la simetría de las formas y la composición centrada o transversal dominan el plano enmarcado y ligeramente difuminado. Allí, el juego de proporciones y correspondencias entre las estructuras naturales y su disposición sobre fondos de tramas enfrentadas, potencia las distorsiones cromáticas que logra a través de la intervención y mezcla de diversos filtros. La imagen creada es procesada en Instagram, una aplicación que utiliza como laboratorio virtual, como el lugar del revelado y del archivo que custodia, hasta ahora, unas 5000 fotografías.
II.
La sucesión de imágenes que conforman la serie Objetos descartan su literalidad al tiempo que se alejan de la indiferencia estética del readymade duchampiano. Se encuentran, en todo caso, más cercanos a las interrogantes del inconsciente y a lo surreal de sus interpretaciones. La obsesiva atracción por el object trouvé como desecho de nuestra civilización, nos interpela frontalmente al conectarnos a un escenario saturado de contradicciones que es la hiperreal metáfora contemporánea. Cuerpos orgánicos o fragmentos manufacturados, estas representaciones, al igual que las de la serie Botánica, irrumpen como entidades escultóricas sobre el soporte, resultado de una geometría intuitiva y una disposición frontal de cuyo centro se origina la imagen.
La fotografía capta los objetos y promueve su capacidad para desplazar la percepción habitual e inequívoca de la cotidianidad. Se trata de percibir lo conocido de nuevas maneras para que lo común transmute en entidades extra-ordinarias, pues ellos –los objetos– cuentan con una expresividad visual y creativa que va más allá de su funcionalidad. Estos cuerpos –balón, cabillas, herramientas– no se reciclan ni se procesan en figuras simbólicas ni alegóricas. Son, en esencia, producto de la observación y la curiosidad del fotógrafo, pero también del espectador, atento a cohabitar el imaginario colectivo.
III.
Nuevas fotografías van anunciando su capacidad de ampliación a medida que el artista sustituye su teléfono móvil por uno de mayor capacidad técnica. Las primeras tomas realizadas con el Iphone 2 en 2011, corresponden a un enfoque plenamente urbano y se reproducen en pequeños cuadros o ventanas que permiten adentrarnos en la intimidad y el espíritu de la imagen. Descubrir la versatilidad y las cualidades del medio digital ha facilitado en la fotografía de Gómez Pérez el encuentro con nuevas posibilidades expresivas. En la serie Urbe indaga en la relación de la fotografía de calle, la arquitectura y los volúmenes virtuales. En esta exploración, la rigurosa estructura fundamentada en el lenguaje de la abstracción formaliza una geometría dinámica de líneas, luces y sombras que registran acentuados contrastes entre las edificaciones y un paisaje anónimo. Estas construcciones adquieren mayor imprecisión en la medida que se hacen más indefinidas: reeditan, de alguna manera, los fotogramas experimentales obtenidos inicialmente por Man Ray o László Moholy-Nagy, sin el uso de la cámara y directamente sobre una superficie fotosensible. La ambigüedad de las imágenes que conforman estas abstracciones arquitectónicas y el enigma que las recorre se aleja, no obstante, de una narrativa o relato específico pues ellas son una declaración visual ante la incertidumbre y la transitoriedad: son la mirada sensible que rescata la poética del objeto pero también la del sujeto ausente entre los inestables intersticios de una realidad contingente.
Ruth Auerbach
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