Relatos transversales: Pietro Daprano
El mundo-imagen es la superficie de la globalización. Es nuestro mundo compartido. Empobrecida, oscura, superficial, esta imagen-superficie es toda nuestra experiencia compartida. No compartimos el mundo de otro modo. El objetivo no es alcanzar lo que está bajo la superficie de la imagen: sino ampliarla, enriquecerla, darle definición, tiempo. En este punto emerge una nueva cultura.
Susan Buck-Morss
Curaduría: Lorena González I
Frente a la polución mediática de nuestros días y en un contexto cada vez más presto al afianzamiento de verdades a través de los campos volátiles de las hegemonías comunicacionales, es donde se disponen los proyectos del artista Pietro Daprano, quien trabaja desde hace varios años en líneas de investigación cercanas a la tradición crítica de la fotografía de las últimas décadas. En su apuesta resalta el gesto de hurgar entre las categorías posibles de nuestro entorno, en los esquemas y en los estereotipos de nuestro día a día, estrategia con la que ha logrado entrever el desvarío de las estructuras socioculturales que nos rodean, de la confiabilidad y veracidad de nuestro imaginario actual e incluso en de recovecos más íntimos de nuestras propias conductas contemporáneas.
Desde estos centros de acción y a través de un sostenido ejercicio de la fotografía, el video y la performance, Daprano ha desarrollado un amplio cuerpo de trabajo en torno a estos acalorados debates. En cada uno de sus ejercicios establece la lectura refractaria de indagar en la imagen a través de la propia imagen, de-construyendo el espectro sociocultural mediante el engranaje de numerosos universos preposicionales: manejo de objetos, personajes, puestas en escena, testimonios, luces y estructuras documentales que solapa, trastoca y antepone sobre y desde el desarrollo de cada una de sus series. Pero este descomponer y reconfigurar lo real para socavarlo tiene en el trabajo del artista un giro muy especial, dirigiéndose no sólo a la configuración de un objeto artístico que se confronta a las realidades a las que alude, sino que las revive, extrañándolas, en una suerte de nuevo y “siniestro” sucederse.
Según Sigmund Freud “lo siniestro” vendría a ser una suerte de espantoso suceso que afecta y extraña a las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás, cosas cuyos impulsos hemos reprimido en el curso de nuestra existencia y que al ser convertidos por la represión en angustia parecen de pronto aglomerarse y retornar hasta nosotros para desestabilizar, profundamente, todo aquello que creímos superado. Con respecto a las formas como lo siniestro se manifiesta en el arte, Freud destaca que este fenómeno tiene que ver principalmente con las capacidades del creador para situarse en el terreno de la sintomatología común y transferir las posibilidades de lo siniestro desde lo real hacia la ficción, desencadenando un efecto doble que reubica estos movimientos de lo psíquico en la realidad del receptor, despertando en el que observa la presencia de un evento, imagen o símbolo que lo posesiona y lo angustia como si aquello formara una parte importante de su vida.
Es justamente este mecanismo el sitio más agudo que impera sobre la producción artística de Pietro Daprano, quien profundiza constantemente en estas locaciones difusas de lo “real” y lo “ficticio” con las cuales se desarrolla la copiosa cultura visual de la actualidad, pluralidad aparente de selfings y perfiles que navegan en las superficies de las redes sociales; reality shows, objetos publicitarios y concursos de talentos que rebosan en el imaginario mediático y que tan solo funcionan como coloridas cortinas de humo frente a las verdaderas debacles humanas, políticas y económicas de las sociedades actuales. La violencia, la belleza, la sexualidad, el lujo, la opulencia, el éxito y el poder, son parte de ese conjunto de valores sobresaturados que Daprano detecta en el magma de nuestro mundo-imagen y que intenta desajustar, aferrándose a lo que siente ha comenzado a convertirse en una especie de nuevo culto contemporáneo tras una, también ficticia, búsqueda de la felicidad. Sin embargo, la traducción del artista no es moralista, sino tan “realista” como “siniestra”.
Dismorfobia o el ensayo de la obedienciafue una de las series del artista exhibida el año pasado en Beatriz Gil galería como parte de la colectiva de arte latinoamericano Punto de quiebre; con este trabajo Daprano asentó un norte muy contundente para esas narrativas laterales que reconstruye en cada una de sus piezas. Allí, un performance o acción para la cámara trasladada a varios participantes que sirvieron de colaboradores con el artista, entronizó las particularidades de un cuerpo físico y social que abrió la puerta franca de sus heridas, en un intercambio de acción y reacción que puso en evidencia la manifestación de una violencia subterránea en el debilitado tejido social de la Venezuela actual, sometida a la merced de poderes políticos que exigen un solo tipo de conducta y de creencias, desatando mecanismos opresivos con los que se fractura día a día la libertad individual del ciudadano común.
De este proyecto político y social del que en esta ocasión exhibimos un segundo conjunto, se sumergirá a series recientes como Representations. Allí, cuerpos transformados en mobiliario museográfico trastocan y ponen en cuestionamiento los asombrosos caminos emprendidos por el creciente mercado del arte; ya no como una figura independiente que opera al alimón del posicionamiento tradicional del museo como legitimador oficial, sino más aún como una fuerte estrategia de intercambio económico, cuyo periplo se está consolidando a través de una oferta/demanda de cifras nunca vistas que determinan lo estimable y lo despreciable, lo protagónico y lo transitivo, lo que es y lo que no es arte.
Esta extraña inclinación valorativa que propicia una cartografía inédita para las propuestas artísticas desde los años ochenta hasta los inicios del siglo XXI, es retomada por el creador en este grupo de piezas donde cuerpos al desnudo sostienen y exhiben en un ejercicio de integración y distanciamiento, reproducciones caseras de obras emblemáticas de los artistas más cotizados del mercado internacional como Damian Hirst, Jeff Koons, Takashi Murakami, Banksy o los venezolanos Jesús Soto y Carlos Cruz Diez, entre otros. Mediante este proceso lúdico-crítico, conjuga perfomance, puesta en escena, apropiación y fotografía en un mecanismo sencillo y a la vez contundente con el que devela los pulsos cambiantes de una historia tan pomposa como privativa. En ese espacio de confrontación, la obra nos traslada a una escena donde el artista se debate, confundido, agobiado por esa aventura del arte contemporáneo que se ve asediada por las contradicciones y exigencias del mercado y que intenta sobrevivir, desde las trochas de una acción asediada por la mirada inclemente de un pasado todavía sonoro junto a los solitarios vaivenes de un futuro incierto.
Es así como cada una de las producciones de Pietro Daprano levanta una capa de ese mundo imagen del que, como diría Susan Buck-Morss, todos formamos parte. En sus propuestas lo real constituye un prefacio que se manifiesta con una fuerza incontenible: contornos, objetos, poses, cuerpos, fachadas, esquinas, colores, situaciones y grietas de un día a día conocido, cercano, nuestro. Tan sólo un detalle inesperado surge paralelamente en algún recodo, en un gesto, en una mirada; y es con precisión ese punto de distorsión -epílogo de una imagen o de un axioma interrogado por el artista- la trinchera y el desplazamiento que se hace presente en su obra para agrietar nuestra percepción, convulsionando las verdades, mentiras, triunfos y debacles de esa familiaridad virtual con la que vivimos, en realidad, inconexos.
Lorena González I.