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Cuerpos Oblicuos: José Vivenes

Muestras Pasadas exhibition
8 Marzo - 26 Abril 2015
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Resumen
Cuerpos Oblicuos, José Vivenes

Anversos y reversos de una imagen a contratiempo

Curaduría: Lorena González I

 

Si pudiéramos, en los albores del siglo XXI, visualizar algunos lineamientos con la intención de trazar una breve historia de la pintura reciente, encontraríamos que tal vez su momento más crítico es con precisión el que se ha desarrollado en este período, cuando la representación de la figura humana y de todo lo que nos rodea cabalga sobre las inestabilidades efímeras de una polución mediática inabarcable. En este territorio espectral donde la autonomía digital del yo reconstruye sobre el sí mismo un copioso paquete de perfiles, la fotografía en todas sus modalidades, pero en especial dentro de los campos que amplían su uso mediante la telefonía móvil y las redes sociales, es uno de los principales gestores de este ampuloso paradigma de figuras y reinvenciones que inundan el imaginario contemporáneo.

¿Pero dónde queda el gesto de la pintura dentro de este movimiento que también hace eco en las preferencias metodológicas de la mayoría de los creadores? Es esta tal vez una de las preguntas que con mayor frecuencia se hacen incluso, los propios pintores. Sin embargo, en ese extraño borde entre el anverso y el reverso de las grandes cargas iconográficas de la actualidad, la pintura ha comenzado a construir y revelar sus propias dinámicas, enlazando su técnica, su historia y su desempeño por entre caminos que se desvían y descienden hacia una traducción crítica de sus más esenciales protocolos, anclándose y desprendiéndose desde el diálogo con sus propias habilidades hacia las variables inciertas del contexto.

José Vívenes es un pintor venezolano que ya completa un valioso cuerpo de trabajo en torno a las diversas consideraciones de lo pictórico como estrategia de la representación en la actualidad. Ha sido el cuerpo y los reveses de lo humano en los distintos episodios de la vida social y política de su entorno, uno de los principales campos de batalla mediante el cual ha logrado manifestar los pulsos de un ejercicio constante en el que plantea vibrantes líneas de aproximación y cuestionamiento, entretejiendo una expresividad inédita donde la tachadura, el espacio vacío, la sobre-exposición y la ausencia se levantan desde la reveladora maculatura de cada uno de sus proyectos, actividad creadora con la que propicia la manifestación de atmósferas con una gran fuerza poética.

De esta manera la obra de Vívenes ha evolucionado a medida que se despliegan sus lecturas sobre el afuera, formalmente decidido a convertir a la pintura en un campo abierto de discusión teórica y de movilización intangible de la conciencia. En su propuesta más reciente ha decidido dejar a un lado las preocupaciones tradicionales de lo pictórico frente a la voluptuosa cadena de la representación fotográfica, para entronizar inquietantes preguntas que se desplazan más allá de los orígenes de una imagen en particular; en este caso, el pintor se sumerge en la veracidad propia del ícono, navegando a través del soterrado mundo que nos sobrepasa día a día. Imágenes de prensa, fotografías que se han convertido en documentos trascendentales para la sociedad junto a grandes retratos de obras capitales para la historia de la humanidad, serán el campo de acción donde el artista se introduce, no solo para hacer surgir el cuestionamiento de lo pictórico, sino también para poner en juego la realidad de aquello que hemos decidido sea lo que nos representa.

En diversas series profundiza estos recorridos. Retrato del retrato, imagen de la imagen, gesto del gesto, su trabajo actual plantea un traslado desde testimonios cruciales realizados por fotógrafos como Steve Mc Curry o los venezolanos Luis Britto García, Nelson Garrido y Carlos Germán Rojas, junto a imágenes de sucesos en la prensa nacional o fotografías de obras pertenecientes a pintores como Leonardo da Vinci, Théodore Géricault, Arturo Michelena y Caravaggio, entre muchos otros. Sin embargo, la captura pictórica del artista sobre estos referentes no está en ningún caso anclada a la reproducción solitaria o deshilvanada. En la acción de Vívenes la mano y la mirada se han transformado en un lente de aproximación y distancia, un inquieto caleidoscopio donde detalles, colores, perspectivas, intenciones y humanidades son editadas desde lo macro y lo micro, generando una transferencia de conjuntos cambiantes, una narrativa infiltrada de lugares soterrados que de alguna manera parecen hablar el mismo idioma.

En esa dramaturgia sonora que trastoca el tiempo, el pintor disloca los límites de cada género (tanto de la fotografía como de la pintura), generando un contrapunto de ida y vuelta entre lo transitivo y lo perenne, entre lo efímero y lo trascendental, mecanismo con el que intenta evidenciar las fracturas de lo humano. Mediante esta aguda y punzante situación de doble direccionalidad, del mismo modo que refleja los difíciles tránsitos de esa historia común que resopla en los abismos de la Venezuela reciente, también apertura el nacimiento de preguntas taciturnas sobre quiénes somos y qué sostenemos desde las borrosas trayectorias de esa ficción tan real, o a la inversa: desde esa realidad tan engañosa en la que pululan los complejos vericuetos y las pálidas versiones de la vida contemporánea.

 

Lorena González I.

 

JOSÉ VÍVENES: REFLEJO-UNA MIRADA

Por: Víctor Guédez

 

La pintura ha sido sentenciada a muerte en muchos momentos históricos y por diferentes personas. Sin embargo, y de manera paradójica, esas condenas han incentivado la proliferación de sus posibilidades reafirmativas.  Es así como en medio de  los  lenguajes  objetuales  que  legitiman  los  referentes  como  códigos   estéticos o de  los estatutos  conceptuales  que  privilegian  las  ideas y los procesos por encima  de  las  resoluciones  visibles,  la pintura siempre ha convertido las limitaciones en espacios versátiles de presencia.  Incluso, en medio de los más variados  discursos  objetualistas  y  conceptualistas se han perfilado  manifestaciones heterodoxas y abiertas en donde también la pintura ha encontrado sus alternativas para entremezclarse y sus nichos para prolongarse.  Ella no se ha arredrado en ninguna circunstancia  y ha  aprovechado cualquier  rendija  para asomar el aliento de su permanencia.  Hasta  se  ha  atrevido  a  ejercer su preponderancia al proclamar,  en  los  años  ochenta, la “pintura-pintura”. Desde  esa  circunstancia hasta  nuestros  días  se  han mantenido  las alternancias  con  otros énfasis  estéticos, con  lo  cual  se  demuestra  que  en  el  arte  no opera la noción de progreso  en su acepción tecnológica,  ya  que la  propuesta “A”  no  es superada por la “B”, ni  la  propuesta  “B”  es  superada   por la “C” en una  infinita  línea de sucesión.  En lugar  de  este tipo de evolución sustitutiva y eliminatoria, en el arte lo que  prima  es  la  diversificación  de  alternativas  de  una  manera  semejante a lo que  sucede  con  las  solapas  de  un  abanico  que muestra la amplitud de su apertura  secuencial.

 

Este preámbulo se repotencia cuando nos colocamos ante los recientes planteamientos de José Vivenes, y muy particularmente ante las  obras que forman parte  de  esta exposición.  Sin duda,  el artista celebra  la  pintura a partir de la pintura  y  con  la finalidad  de  subrayar  la pintura.  En el fondo lo que hace es afirmar,  sin decir, que la pintura  nunca  muere  porque  siempre  encuentra  la opción de vivir de otra manera. Y la manera que encuentra resulta vitalizadora: él retoma  figuras  de  los  pintores del Renacimiento para replantear  sus imágenes y para  problematizar  sus  desafíos  temperamentales  y plásticos.  Al revisitar y retomar  los  datos  icónicos  de  pinturas pretéritas  intenta  mirar a través de otros, pero también asume  el reto  de  vivenciar  la existencia del otro y de experimentar sus particulares sensaciones. El otro no es otro en cuanto otro no yo, sino es otro en cuanto otro, es decir, en cuanto alguien que tiene una historia singular.  Pues bien, cuando  Vivenes  se  coloca  en  el  otro  es muy probable que, además de proyectarse  en  ese  otro, reivindique  a ese  otro en tanto  distinto a él. Por esta razón, pensamos que estamos en presencia de una propuesta de intensa vivencia psicoemocional. No se trata de recordar las obras de Velásquez, Leonardo o Caravaggio,  lo importante  es vivir  lo que ellos  vivieron al ver realidades humanas y sociales que se repiten en nuestros días y se acentúan en los  contextos actuales. Sin duda, estamos en presencia de un pintor  sensible a los acontecimientos y propositivo en sus angustias.

 

En este sentido, no deja de ser interesante que él rescate  a personajes de pintores  del Renacimiento porque fue en ese  marco donde la fuerza de lo humano se hizo más hegemónica en las inquietudes artísticas. Con esto, quizá pretenda establecer un paralelismo con nuestro tiempo para reclamar la obligación de replantearnos  el  problema del  ser  humano. Es así como se aprecia que, en cada una de sus obras, recupera  la energía expresiva y comunicativa de los personajes.  Ellos se cargan de su temperatura emocional pero también deslizan el mensaje de ideas. No se  trata  de una cita textual  de las obras que le   sirven de referencia, por el contrario, es una alusión envuelta en las angustias renovadas y redimensionadas, así como de reinterpretaciones que trascienden la imagen primigenia.  Así logra que el campo visual se solvente de manera inesperada y sorpresiva.   El toque de asombro siempre está presente en cada resolución, con lo cual las posibilidades enigmáticas se hacen supremas. Las obras de Vivenes, en efecto, parecen querer legitimar la sentencia de Benjamín: “Nunca se habrá comprendido una obra de arte, si no es expuesta inexorablemente como un misterio”. Inspirado en esta acepción, el artista  logra que sus personajes, al hacer visible una expresión y un misterio,  también convoquen  la revelación de un desafío existencial. Al dar nueva vida y nuevo espacio a los personajes,  Vivenes, favorece una inédita oportunidad de vivencia de la cual no puede escapar el espectador. Desde esta interpretación, podemos  sostener que sus imágenes no buscan el énfasis de  un realismo alusivo o anecdótico,  más bien ponen el acento en el misterio de lo humano y en la problematización psicológica y social de sus angustias.

 

A partir de lo expuesto,  incluso podríamos ir más allá al advertir la presencia de una inquietud  por la “intemporalidad”.  Con  esto queremos decir que las obras trascienden a su historia y a la propia historia porque no sólo mantienen su renovada presencia visual, sino  porque  igualmente  pueden  encontrar  nuevas condiciones  para recordar las denuncias de los contextos donde se produjeron. Ciertamente, las obras de Vivenes nos hablan de obras anteriores y de personajes de otra época, es decir, tienen antecedentes. Pero ellas igualmente encarnan derivaciones y revisiones prospectivas  porque  siempre  pueden denunciar  el presente y también el porvenir.  En este contexto, entendemos mejor el alcance de su estatuto estético: él pretende que  en  cada  una  de sus realizaciones palpite otra obra que, a su vez, le abra el paso a una vida prolongada en el tiempo y renovada en su carga vivencial. El resultado deviene sin duda en algo potente, en tanto que logra que  sus imágenes estén en tensión consigo mismas y con la realidad que les sirve de escenario.

Para enfatizar esos significados,  el artista hace uso de recursos plásticos interesantes.  En algunos casos recurre a puntos que se alinean con una cierta simetría  que,  al final, generan la ambivalencia  de  los planos espaciales de la pintura y afectan las sensaciones  perceptivas.  Lejos de desplazar o solapar a las imágenes, estos recursos lo que hacen es afianzar sus presencias: en el fondo se mantienen  y  desde el fondo recalcan sus fuerzas expresivas.  En otros casos, en lugar  de  puntos desagregados, Vivenes  procede a generar retículas que, a manera de rejas,  problematizan el espacio plástico,  al tiempo que rescatan la densidad misteriosa  y dramática de los personajes. De este juego de metáforas visuales emerge adicionalmente el sentido de una nueva anfibología  entre lo abstracto y lo figurativo  de las resoluciones. Esta ambivalencia  se  une  a  las ya  producidas entre  lo  original y lo derivado, o entre lo expresivo y lo comunicativo, o entre lo plástico  y  lo  conceptual, o  entre  lo grotesco y  lo  afable.  Sin duda,  estas son pautas  para  otras  lecturas  de  una  obra que  se abre  paso   a partir  del valiente uso de los medios expresivos más convencionales pero al mismo tiempo más desafiantes: las imágenes, los colores  y  los  trazos  en el espacio bidimensional. 

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Obras
  • José Vivenes, Imagen de una idea, tema no suficiente explorado, 2014
    José Vivenes, Imagen de una idea, tema no suficiente explorado, 2014
Prensa
  • José Vívenes: “Prefiero ser una piedra en el zapato que solo un zapato”

    Luster
    Jorge Limón, Artículo, Septiembre 9, 2016
  • José Vívenes: el iconoclasta de taller

    Clímax
    Carlos Flores León-Márquez, Entrevista, Agosto 10, 2016
  • Cuerpos Oblicuos. Pinturas de José Vívenes. Anversos y reversos

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    Run Run , Artículo, Marzo 11, 2015

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