Cuerpos Oblicuos: José Vivenes
Anversos y reversos de una imagen a contratiempo
Curaduría: Lorena González I
Si pudiéramos, en los albores del siglo XXI, visualizar algunos lineamientos con la intención de trazar una breve historia de la pintura reciente, encontraríamos que tal vez su momento más crítico es con precisión el que se ha desarrollado en este período, cuando la representación de la figura humana y de todo lo que nos rodea cabalga sobre las inestabilidades efímeras de una polución mediática inabarcable. En este territorio espectral donde la autonomía digital del yo reconstruye sobre el sí mismo un copioso paquete de perfiles, la fotografía en todas sus modalidades, pero en especial dentro de los campos que amplían su uso mediante la telefonía móvil y las redes sociales, es uno de los principales gestores de este ampuloso paradigma de figuras y reinvenciones que inundan el imaginario contemporáneo.
¿Pero dónde queda el gesto de la pintura dentro de este movimiento que también hace eco en las preferencias metodológicas de la mayoría de los creadores? Es esta tal vez una de las preguntas que con mayor frecuencia se hacen incluso, los propios pintores. Sin embargo, en ese extraño borde entre el anverso y el reverso de las grandes cargas iconográficas de la actualidad, la pintura ha comenzado a construir y revelar sus propias dinámicas, enlazando su técnica, su historia y su desempeño por entre caminos que se desvían y descienden hacia una traducción crítica de sus más esenciales protocolos, anclándose y desprendiéndose desde el diálogo con sus propias habilidades hacia las variables inciertas del contexto.
José Vívenes es un pintor venezolano que ya completa un valioso cuerpo de trabajo en torno a las diversas consideraciones de lo pictórico como estrategia de la representación en la actualidad. Ha sido el cuerpo y los reveses de lo humano en los distintos episodios de la vida social y política de su entorno, uno de los principales campos de batalla mediante el cual ha logrado manifestar los pulsos de un ejercicio constante en el que plantea vibrantes líneas de aproximación y cuestionamiento, entretejiendo una expresividad inédita donde la tachadura, el espacio vacío, la sobre-exposición y la ausencia se levantan desde la reveladora maculatura de cada uno de sus proyectos, actividad creadora con la que propicia la manifestación de atmósferas con una gran fuerza poética.
De esta manera la obra de Vívenes ha evolucionado a medida que se despliegan sus lecturas sobre el afuera, formalmente decidido a convertir a la pintura en un campo abierto de discusión teórica y de movilización intangible de la conciencia. En su propuesta más reciente ha decidido dejar a un lado las preocupaciones tradicionales de lo pictórico frente a la voluptuosa cadena de la representación fotográfica, para entronizar inquietantes preguntas que se desplazan más allá de los orígenes de una imagen en particular; en este caso, el pintor se sumerge en la veracidad propia del ícono, navegando a través del soterrado mundo que nos sobrepasa día a día. Imágenes de prensa, fotografías que se han convertido en documentos trascendentales para la sociedad junto a grandes retratos de obras capitales para la historia de la humanidad, serán el campo de acción donde el artista se introduce, no solo para hacer surgir el cuestionamiento de lo pictórico, sino también para poner en juego la realidad de aquello que hemos decidido sea lo que nos representa.
En diversas series profundiza estos recorridos. Retrato del retrato, imagen de la imagen, gesto del gesto, su trabajo actual plantea un traslado desde testimonios cruciales realizados por fotógrafos como Steve Mc Curry o los venezolanos Luis Britto García, Nelson Garrido y Carlos Germán Rojas, junto a imágenes de sucesos en la prensa nacional o fotografías de obras pertenecientes a pintores como Leonardo da Vinci, Théodore Géricault, Arturo Michelena y Caravaggio, entre muchos otros. Sin embargo, la captura pictórica del artista sobre estos referentes no está en ningún caso anclada a la reproducción solitaria o deshilvanada. En la acción de Vívenes la mano y la mirada se han transformado en un lente de aproximación y distancia, un inquieto caleidoscopio donde detalles, colores, perspectivas, intenciones y humanidades son editadas desde lo macro y lo micro, generando una transferencia de conjuntos cambiantes, una narrativa infiltrada de lugares soterrados que de alguna manera parecen hablar el mismo idioma.
En esa dramaturgia sonora que trastoca el tiempo, el pintor disloca los límites de cada género (tanto de la fotografía como de la pintura), generando un contrapunto de ida y vuelta entre lo transitivo y lo perenne, entre lo efímero y lo trascendental, mecanismo con el que intenta evidenciar las fracturas de lo humano. Mediante esta aguda y punzante situación de doble direccionalidad, del mismo modo que refleja los difíciles tránsitos de esa historia común que resopla en los abismos de la Venezuela reciente, también apertura el nacimiento de preguntas taciturnas sobre quiénes somos y qué sostenemos desde las borrosas trayectorias de esa ficción tan real, o a la inversa: desde esa realidad tan engañosa en la que pululan los complejos vericuetos y las pálidas versiones de la vida contemporánea.
Lorena González I.
JOSÉ VÍVENES: REFLEJO-UNA MIRADA
Por: Víctor Guédez
La pintura ha sido sentenciada a muerte en muchos momentos históricos y por diferentes personas. Sin embargo, y de manera paradójica, esas condenas han incentivado la proliferación de sus posibilidades reafirmativas. Es así como en medio de los lenguajes objetuales que legitiman los referentes como códigos estéticos o de los estatutos conceptuales que privilegian las ideas y los procesos por encima de las resoluciones visibles, la pintura siempre ha convertido las limitaciones en espacios versátiles de presencia. Incluso, en medio de los más variados discursos objetualistas y conceptualistas se han perfilado manifestaciones heterodoxas y abiertas en donde también la pintura ha encontrado sus alternativas para entremezclarse y sus nichos para prolongarse. Ella no se ha arredrado en ninguna circunstancia y ha aprovechado cualquier rendija para asomar el aliento de su permanencia. Hasta se ha atrevido a ejercer su preponderancia al proclamar, en los años ochenta, la “pintura-pintura”. Desde esa circunstancia hasta nuestros días se han mantenido las alternancias con otros énfasis estéticos, con lo cual se demuestra que en el arte no opera la noción de progreso en su acepción tecnológica, ya que la propuesta “A” no es superada por la “B”, ni la propuesta “B” es superada por la “C” en una infinita línea de sucesión. En lugar de este tipo de evolución sustitutiva y eliminatoria, en el arte lo que prima es la diversificación de alternativas de una manera semejante a lo que sucede con las solapas de un abanico que muestra la amplitud de su apertura secuencial.
Este preámbulo se repotencia cuando nos colocamos ante los recientes planteamientos de José Vivenes, y muy particularmente ante las obras que forman parte de esta exposición. Sin duda, el artista celebra la pintura a partir de la pintura y con la finalidad de subrayar la pintura. En el fondo lo que hace es afirmar, sin decir, que la pintura nunca muere porque siempre encuentra la opción de vivir de otra manera. Y la manera que encuentra resulta vitalizadora: él retoma figuras de los pintores del Renacimiento para replantear sus imágenes y para problematizar sus desafíos temperamentales y plásticos. Al revisitar y retomar los datos icónicos de pinturas pretéritas intenta mirar a través de otros, pero también asume el reto de vivenciar la existencia del otro y de experimentar sus particulares sensaciones. El otro no es otro en cuanto otro no yo, sino es otro en cuanto otro, es decir, en cuanto alguien que tiene una historia singular. Pues bien, cuando Vivenes se coloca en el otro es muy probable que, además de proyectarse en ese otro, reivindique a ese otro en tanto distinto a él. Por esta razón, pensamos que estamos en presencia de una propuesta de intensa vivencia psicoemocional. No se trata de recordar las obras de Velásquez, Leonardo o Caravaggio, lo importante es vivir lo que ellos vivieron al ver realidades humanas y sociales que se repiten en nuestros días y se acentúan en los contextos actuales. Sin duda, estamos en presencia de un pintor sensible a los acontecimientos y propositivo en sus angustias.
En este sentido, no deja de ser interesante que él rescate a personajes de pintores del Renacimiento porque fue en ese marco donde la fuerza de lo humano se hizo más hegemónica en las inquietudes artísticas. Con esto, quizá pretenda establecer un paralelismo con nuestro tiempo para reclamar la obligación de replantearnos el problema del ser humano. Es así como se aprecia que, en cada una de sus obras, recupera la energía expresiva y comunicativa de los personajes. Ellos se cargan de su temperatura emocional pero también deslizan el mensaje de ideas. No se trata de una cita textual de las obras que le sirven de referencia, por el contrario, es una alusión envuelta en las angustias renovadas y redimensionadas, así como de reinterpretaciones que trascienden la imagen primigenia. Así logra que el campo visual se solvente de manera inesperada y sorpresiva. El toque de asombro siempre está presente en cada resolución, con lo cual las posibilidades enigmáticas se hacen supremas. Las obras de Vivenes, en efecto, parecen querer legitimar la sentencia de Benjamín: “Nunca se habrá comprendido una obra de arte, si no es expuesta inexorablemente como un misterio”. Inspirado en esta acepción, el artista logra que sus personajes, al hacer visible una expresión y un misterio, también convoquen la revelación de un desafío existencial. Al dar nueva vida y nuevo espacio a los personajes, Vivenes, favorece una inédita oportunidad de vivencia de la cual no puede escapar el espectador. Desde esta interpretación, podemos sostener que sus imágenes no buscan el énfasis de un realismo alusivo o anecdótico, más bien ponen el acento en el misterio de lo humano y en la problematización psicológica y social de sus angustias.
A partir de lo expuesto, incluso podríamos ir más allá al advertir la presencia de una inquietud por la “intemporalidad”. Con esto queremos decir que las obras trascienden a su historia y a la propia historia porque no sólo mantienen su renovada presencia visual, sino porque igualmente pueden encontrar nuevas condiciones para recordar las denuncias de los contextos donde se produjeron. Ciertamente, las obras de Vivenes nos hablan de obras anteriores y de personajes de otra época, es decir, tienen antecedentes. Pero ellas igualmente encarnan derivaciones y revisiones prospectivas porque siempre pueden denunciar el presente y también el porvenir. En este contexto, entendemos mejor el alcance de su estatuto estético: él pretende que en cada una de sus realizaciones palpite otra obra que, a su vez, le abra el paso a una vida prolongada en el tiempo y renovada en su carga vivencial. El resultado deviene sin duda en algo potente, en tanto que logra que sus imágenes estén en tensión consigo mismas y con la realidad que les sirve de escenario.
Para enfatizar esos significados, el artista hace uso de recursos plásticos interesantes. En algunos casos recurre a puntos que se alinean con una cierta simetría que, al final, generan la ambivalencia de los planos espaciales de la pintura y afectan las sensaciones perceptivas. Lejos de desplazar o solapar a las imágenes, estos recursos lo que hacen es afianzar sus presencias: en el fondo se mantienen y desde el fondo recalcan sus fuerzas expresivas. En otros casos, en lugar de puntos desagregados, Vivenes procede a generar retículas que, a manera de rejas, problematizan el espacio plástico, al tiempo que rescatan la densidad misteriosa y dramática de los personajes. De este juego de metáforas visuales emerge adicionalmente el sentido de una nueva anfibología entre lo abstracto y lo figurativo de las resoluciones. Esta ambivalencia se une a las ya producidas entre lo original y lo derivado, o entre lo expresivo y lo comunicativo, o entre lo plástico y lo conceptual, o entre lo grotesco y lo afable. Sin duda, estas son pautas para otras lecturas de una obra que se abre paso a partir del valiente uso de los medios expresivos más convencionales pero al mismo tiempo más desafiantes: las imágenes, los colores y los trazos en el espacio bidimensional.
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