Obra reciente: Corina Briceño
Encuentros y transparencias en la obra reciente de Corina Briceño
Diríase que, aterrado, el fotógrafo debe luchar tremendamente para que la fotografía no sea la muerte. (…) En el fondo, a lo que tiendo en la foto que toman de mí, (…) es a la muerte: la muerte es el eidos de esa foto.
Roland Barthes
En su libro Sol negro, depresión y melancolía, Julia Kristeva expone una detallada investigación acerca de los procesos melancólicos como aquellos mecanismos que se desatan en el sujeto frente a la pérdida de un algo que no se sabe exactamente qué es. Ese “algo”, esa “cosa” perdida viene a convertirse en una especie de mundo desalojado que inunda al individuo, mundo de la nada frente al cual tan sólo la reelaboración simbólica que propone el arte, es quizás, la única salida. Así mismo, la fotografía como proceso fantasmático comporta para Roland Barthes un ejercicio dual de ausencias y emanaciones, linderos de una especie de muerte tan sólo superada y confirmada por la materialización volátil, en la foto, de esa ausencia-presencia que ya no está.
Entre las vertientes que dibujan estas reflexiones, se desarrolla una parte de la producción actual de la artista Corina Briceño. Nuevos derroteros de la imagen la han llevado a explorar otros formatos, luego de una trayectoria cuyos inicios se remontan a mediados de los años setenta y donde destacan varias condecoraciones por su labor creativa así como un interés particular en las técnicas gráficas, la pintura y el dibujo. En este caso, la fotografía y el video se insertan como las estrategias principales de ese conjunto de reflexiones que componen la esencia de su propuesta: revelar los vericuetos del desvanecimiento de un otro y manifestar la ausencia, no como la contundencia de una nada irrefutable sino como esa entelequia que se devana tras la evaporación de la propia estampa, cediendo el paso a las formas de lo sugerido que intentan nombrar aquello que no existe. A través del dibujo y la pintura profundiza en las trampas de la perspectiva y los matices, fragmentos de una apariencia que penetra silenciosa en el soporte; con el video y la fotografía dilata las posibilidades de esos artificios discursivos y entreteje los desplazamientos efímeros de la luz y el sonido. En ambas iniciativas formales, intercala y superpone las posibilidades de la sombra y el movimiento, dejando que la hibridez y el ritmo hablen de aquello que está y no está, de aquello que es y no es. Transparencias de una pérdida que regresa, cadencias de un desalojo que permanece gracias a la obra; allí, desde el extraño encuentro que ha generado su propia expiración.
Lorena González
[Si] la pérdida, el duelo, la ausencia desencadenan el acto imaginario y lo alimentan sin interrupción en la misma medida en que lo amenazan y lo arruinan, cabe notar también que se trata de negar esa tristeza movilizadora erigida en fetiche por la obra. El artista que se consume de melancolía es, a la vez, el más encarnizado guerrero cuando combate la renuncia simbólica que lo envuelve.
Julia Kristeva