Avatares: Gisela Romero
Avatares. Dibujos de Gisela Romero
La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.
Juan Pablo II, Encíclica Fides et Ratio, septiembre 1988
Arte y ciencia -fe y razón- están a menudo entrelazadas, imbricadas. Las disputas referentes a la importancia de la una sobre la otra, resultan generalmente innecesarias. En el caso específico del arte, éste requiere del apoyo de la ciencia para expresar su realidad técnica. Para el artista no sería posible materializar toda esa carga sensible de la creación propia, si no fuese gracias al sustento teórico y científico que complementa su idea y hace posible su culminación. Su trabajo se apoya en la investigación y la documentación -forjadas con el estudio riguroso y sistemático-; pero también, en la habilidad potenciada por el despertar de la idea -la inspiración- proveniente de circunstancias diversas que marcan de manera particular el espíritu o el alma del creador.
La obra de Gisela Romero (Caracas, 1960) remite a esta dualidad. La serie Sólo formas que se exhibe en la muestra Avatares. Dibujos de Gisela Romero, está compuesta por un aproximado de 40 obras en soportes como papel, lienzo y papel-lienzo. Romero comenta que su trabajo se nutre de la observación de cuanto la rodea, aguzando la mirada más allá del propio acto de mirar. Sus formas se traducen en una morfología ajustada al estado de ánimo de quien las crea e inmersa en el papel del científico la artista investiga, ensaya y coteja resultados, combinando elementos que interpretan una particular estética del microcosmos de una bacteria o de un virus, o quizás de caprichosas estructuras de la naturaleza. En sus reflexiones señala que estos dibujos han sido una experiencia "religiosa" en un constante acercamiento entre Dios (el autor) y su persona (la co-autora), desde la humildad que siente cada vez que se coloca ante un espacio en blanco. De este modo no es la representación figurativa, es una especie de contrapunto poético entre dos mundos en concordancia inexplicable y maravillosa.
El elemento gráfico adquiere relevancia en la composición. La riqueza de detalles, el delineado y el trazo seguro en el dibujo de Gisela Romero, así como la destreza en su elaboración, motiva en el espectador una curiosa proximidad, un afán por percibir lo que la artista le quiere mostrar. En oportunidades evoca lugares, momentos, encuentros y situaciones de vida. Toda experiencia personal se convierte en referente inmediato de la práctica estética.
Con frecuencia, los textos inéditos de la artista -creados en singular simbiosis con su trabajo plástico- se asoman a la obra como estrategia de creación. Son códigos distintos que tocan el complejo tema de la intertextualidad, en un intento por hacer de la palabra una traducción plástica. El vocablo manuscrito -como textura ininteligible- da paso a la “palabra dibujada” que se convierte en la denuncia velada ante la inconformidad o lo inesperado. Pasa a ser un recurso expresivo utilizado como elemento compositivo con forma e identidad propias: en ocasiones con contundencia; en otras, casi desapercibido.
(…)Volver al principio, al momento del primer punto. Convertir el universo en una uva carnosa, en urna de cacao para protegerse de tanta hostilidad(…) Llevo una almohada a cuestas mientras viajo hacia una estación espacial desconocida (… )¿Qué forma tendrá la bondad? ¿Y la justicia? ¿Y la belleza?1
Son palabras escritas desde la soledad, desde el silencio, pero con la connotación del registro emocional de la artista en sincera confidencia, haciendo de la experiencia del dibujo una práctica intimista y profundamente relacionada con ella misma.
Lieska Husband de Hernández
Octubre 2010
En la tradición hindú un avatar es la encarnación terrestre de alguna deidad. Más allá de su contexto originario este término abarca todos aquellos procesos donde la transformación, el tránsito y la metamorfosis se levantan como protagonistas, enlazando nuevos acontecimientos en el curso de una historia, de un suceso, de una imagen, de una vida. La obra reciente de Gisela Romero respira de cada una de estas consideraciones. En sus dibujos la línea se traslada con fluidez y ahínco entre lo sugerido y lo palpable, entre las dinámicas del afuera y los posibles relatos de lo secreto. Cada obra es un microcosmos sensible donde la refracción de lo "otro" se vuelve "uno", conjunto ensamblado con las variables de un reflejo que liberado de la forma, camina al encuentro de distintos estados vitales, tan manifiestos como ocultos. En Avatares el trazo de la artista se ha vuelto sintagma, pequeño gesto de imágenes delineadas y de frases que el dibujo asoma, discurso que va y viene sobre su propia visualidad para enlazarnos con las vicisitudes sensibles de una mudanza constante e inevitable.
Lorena González