Cuadrado Latino: JJ Moros
“cuadrado=sensibilidad”
Casimir Malévich. Manifiesto del suprematismo, 1915
"El cuadrado no es una forma subconsciente. Es la creación de la razón intuitiva. Es el rostro del nuevo arte. El cuadrado es una criatura viviente y regia. Es el primer paso hacia la creación pura en el arte. "
Casimir Malévich (1915-1916)
“Hay muchos elementos que se involucran en una obra de arte.
Los más importantes son los más obvios”
Sol LeWitt. Enunciados sobre arte conceptual, 1968
Desde las antiquísimas incisiones rupestres, donde el cuadrado representa la idea de recinto, de aldea, pasando por el trazado de la cuadrícula en el diseño de pueblos y ciudades anclados en nuestra herencia cultural europea, el cuadrado ha sido desde pasadas centurias, la figura geométrica siempre asociada a conceptos como estabilidad y rectitud. Expresa además direccionalidad y referencia primaria con respecto al equilibrio. Ha sido también un elemento significativo común al mundo de la ciencia y el arte.
Cuadrado Latino -en clara alusión al modelo de investigación matemática-, reúne el más reciente trabajo del escultor venezolano JJ Moros, inscrito en esta mágica forma -rigurosa y precisa- llena de posibilidades expresivas, y que se traduce en un conjunto de obras de impecable factura, donde lo contrapuesto marca la pauta para acercarnos a un planteamiento armonioso, en el que se debaten la contundencia y la sutileza, el diálogo blanco/negro, lo positivo/negativo, lo vacío y lo lleno, y el juego de luces y sombras proyectadas, dando como resultado el equilibrio perfecto de una razonada propuesta expositiva. Moros, con evidente maestría, nos obsequia un conjunto de dieciséis piezas de poético lenguaje plástico, que expresan en su formalidad y rigor, un discurso coherente y fluido.
En algunas obras como Ocupación I y II, el trabajo nos remite a anteriores indagaciones plásticas del artista; obras de recuadros intervenidos con curvaturas y oquedades, en las que Moros retoma la diagonal -presente de manera contundente en su obra anterior-, desde un quehacer diferente. Es la ocupación del espacio cuadrado vacío contenido, por formas geométricas de fuerte presencia -triángulos, círculos, elementos perforados rítmicamente- que aluden a la estética modernista del pasado siglo XX. En otras, como Cuadrando luces, Frontera y Regreso se evidencia una aparente fragilidad -meramente visual- que deviene de la sutileza de sus formas, apenas perceptibles por el marco acerado de sección triangular que contiene el espacio vacío, interrumpido por las sombras de las aristas proyectadas en la pared, antecediendo a algunos bocados o muescas que rompen con la monotonía del perfil, y que le añaden cierta rítmica, proveniente de esas intervenciones fortuitas.
En Inclusión Circular A y B, el artista inserta en la plancha cuadrada, la forma circular sobre la que ejecuta sus intervenciones, en sutil juego visual de geometrías. Mientras que en Presente y Ausente propone la dualidad positivo-negativo, relieve y bajorrelieve en equilibrio formal. Repisa y Marco Reclinado sugieren una tregua, un respiro en el discurso museográfico; la una por lo etéreo de su concepción -no así por el material empleado, acero calibrado-, la otra, por su condición de descanso, de apoyo en la pared, como al descuido.
Tres x Cuatro, módulos escultóricos cuadrados, adosados a la pared y surcados por muescas en forma de circunferencias incompletas, tienen su contraparte en el elemento inmediato dispuesto a su lado. Surge así una interesante cadencia rítmica de curvas en movimiento, apenas interrumpida por los 10 cms de separación, existentes entre una y otra pieza.
Visor, Con apoyo, Atlas y Cuadrado Perfecto son obras de preeminente volumen escultórico. Piezas construidas a partir de tubulares de sección cilíndrica o cuadrada, en las que el vacío adopta un papel activo y el artista apuesta por el dinamismo de la relación espacio circundante-forma escultórica. La participación del espectador es quizás más evidente, en ese mirar a través del vano cuadrado, o al “marco” que lo precede. Son piezas que tienen un divertimento especial, con molduras, horadaciones y muescas, que invitan a un escrutinio minucioso de la superficie escultórica por aprehender.
Cuadrado Latino resulta así, una puesta en escena interesante en su recorrido. Una trayectoria de encuentros y de aciertos; de sosiego y serenidad, pero también de coincidencias lúdicas y dinámicas, en la que el público concurrente no quedará decepcionado.
Lieska Husband de Hernández
Mayo de 2010
La escultura en Venezuela aún se defiende de los malos presagios que han estigmatizado su evolución desde hace varias décadas. Sobrevive arrinconada a los muros, respirando el espacio casi minúsculo (pero aún fecundo) que le han dejado en las esquinas, el suelo y las paredes, descubriendo lo que hay de volumen en el plano, capturando la luz indecisa que se desliza por las superficies, demarcando –en fin- el angosto territorio que todavía no han ocupado otras modalidades artísticas de mayor protagonismo y fortuna. Frente a las exigencias materiales y económicas propias de la disciplina, el arte tridimensional afronta vigorosamente el desafío de una era volátil en la que predominan las formas blandas, los soportes livianos y los materiales transparentes.
Ese es el horizonte cultural donde emerge la serie Cuadrado Latino de JJ Moros (Caracas, 1950), quien propone una exploración transdimensional del espacio y el volumen. Elaboradas con angulares, hierro calibrado y tubos industriales de sección cuadrada, redonda y rectangular, las obras conjugan lo intuitivo y lo metódico, afianzándose en soluciones paradójicas. Y es que frente a estas piezas ortogonales de efecto contradictorio es difícil discernir si se trata de marcos, ventanas o “cuadros”. En cualquier caso, en la propuesta prevalece la complementariedad de los contrarios: vacío y materia, blanco y negro, positivo y negativo.
Más allá de las elucubraciones experimentales del matemático suizo Leonhard Euler (1707-1783), los cuadrados de Moros retoman una obsesión añeja en el arte occidental, ya patente en el enigmático “cuadrado mágico” inscrito por Alberto Durero en La Melancolía I (1514) y desarrollada siglos más tardes en Cuadrado negro sobre fondo blanco (1915) y Cuadrado blanco sobre fondo blanco (1918) de Casimir Malévich. Le siguen – por solo citar algunos ejemplos más – los cuadrados concéntricos que pintó Josef Albers a parir de 1949 y los cuadrados estructurales de Sol LeWitt, a los cuales podríamos añadir las pinturas y listonados realizados durante las décadas 60-70 por Gerd Leufert en Venezuela.
Sin obviar esos precedentes, Moros da continuidad a sus propias indagaciones en este terreno, especialmente en los trabajos presentados en la muestra Esculturas y relieves (Galería La cuadra, 2007), centrada en el circulo, el cuadrado y el triángulo, con la presencia estratégica de las barras diagonales o trazadores. En la exposición Cuadrado Latino –título alusivo a una matriz de diseño de experimentos con base en las matemáticas- las obras se circunscriben sólo al cuadrado (reclinado, colgado o exento), operando sobre éste diversas intervenciones y variaciones que configuran un dialecto privado, compuesto por “lunas”, “medias lunas”, “mordisquitos”, “bocados”, “puentes”, “rueditas” y “ángulos”.
A propósito de ello, también habría que resaltar -¿cómo no hacerlo?- esa especie de acústica sorda, llena de pausas y acentos visuales, que se deriva de la disposición rítmica de los distintos elementos en el espacio.
Los cuadrados de Moros son lúdicos, elegantes y, sobre todo, heterodoxos. En su inconfundible morfología se mezclan contenidos filosóficos, científicos y religiosos junto a nociones estéticas y asuntos de la vida práctica. En consecuencia, hay en ellos una permeabilidad cadenciosa y promiscua, en la cual se amalgaman de manera casi natural la espontaneidad y el cálculo, la estabilidad y el dinamismo, el sensualismo y la austeridad. Quizá por ello, las piezas de Moros siempre “cuadran” como los caracteres de un “cuadrado latino” o las cifras de un “cuadrado mágico”.
Por Félix Suazo
Caracas, abril de 2010