Desplazados: 6 artistas participantes
Seis ARTISTAS PARTICIPAN EN Colectiva Desplazados
Camilo Barboza
Iván Candeo
Nayarí Castillo
Juan Pablo Garza
Cipriano Martínez
Lucía Pizzani
"La dimensión del mundo es del tamaño de nuestra conciencia. Que cada uno (cada artista) formule su visión, de acuerdo a su particular manera de ver, de acuerdo a su sensibilidad y a la escala de su consciencia." Manuel Espinoza
Todo aquello que el artista observa para posteriormente ejecutar en su quehacer plástico, se encuentra indefectiblemente “codificado” por sus propios referentes, predominando el acercamiento que tiene -amañado quizás por la observación, por su propio mirar- a esa realidad que pretende exponer , en la construcción de un modelo interpretativo original.
DESPLAZADOS. barboza - candeo - castillo - garza - martínez - pizzani, la reciente colectiva de Beatriz Gil Galería (antes Galería Artepuy), en Caracas, responde a la premisa de autorreferencialidad desde múltiples miradas. Cada uno de estos seis creadores venezolanos ha sabido encarar de manera reflexiva, una realidad visible desde la deconstrucción en algunos casos, o desde la apropiación, en otros; pero en todo caso desde la “migración” de un medio expresivo a otro.
Camilo Barboza (Maracaibo, 1985) trastoca el sentido del objeto cotidiano, infundiendo en éste una plasticidad inesperada al manipular e intervenir libros, catálogos, y la primera página de un diario de 1969, en una incesante búsqueda estética. Iván Candeo (Caracas, 1983) logra construir un discurso plástico, a partir del diálogo entre el objeto artístico (Serafina, la muñeca de trapo de Reverón), la imagen fotográfica del mismo en un poster institucional, y la apropiación de esa imagen-poster, plasmando en sus lienzos las posibles vistas del rollo de papel. En la obra de Nayarí Castillo (Caracas, 1977), la visión del espacio se convierte en sujeto de representación casi pictórica, a través de la fotografía. La artista traduce de manera sensible lo que observa. El silencio se hace presente, dentro del profundo cromatismo de sus imágenes.
El registro de la trivialidad en las piezas de Juan Pablo Garza (Maracaibo, 1980) queda plasmado en las pequeñas tomas de polaroids, poniendo énfasis en la estética de la simpleza de lo cotidiano. El encuadre de un instante, se convierte en resultado inesperado, que demanda un acercamiento del espectador, para su propia lectura. Cipriano Martínez (Caracas, Venezuela) se decanta por las texturas y tramas de impecable policromía provenientes de la deconstrucción del pixel; los registros fotográficos del artista que refieren al paisaje urbano de una ciudad fragmentada como la nuestra, son diseccionados minuciosamente hasta llegar a la menor unidad homogénea en color que tiene una imagen digital -el picture element-, construyendo así una metáfora del espacio circundante. En la fotografía, Lucía Pizzani (Caracas, Venezuela) toma el cuerpo humano como objeto de interés y se convierte ella misma, en sujeto-objeto de su propia representación. The Queen y Crowning atienden a su vez, a una particular etapa en la vida de la artista, al convertirse en madre por vez primera.
Seis propuestas que se articulan a través del cruce reflexivo de disciplinas que van de lo pictórico a lo fotográfico, de lo instalativo a lo videográfico, en un intento por dar a conocer una dimensión diferente del hecho plástico.
Lieska Husband de Hernández
La obra de arte tiene que hacer una poética entre la forma y contenido. Esa poética está en exigir algo más a quien la mira, a través de la forma. El obrar del artista tiene que ser capaz de producir una discordancia del objeto con su propio sentido, a través de la forma, y dejar que, por ese espacio, atraviesen las significaciones. Eso es mirar al sesgo: no ponerse de frente ante el mundo, porque la obra de arte debe mirarnos desde su propia incapacidad de dar cuenta de una verdad, pero por eso mismo, acercarse a ella, apelar desde la sensibilidad para dar sentido.
Ticio Escobar
Durante casi un siglo el nacimiento del arte moderno y sus consecuencias posteriores en el desarrollo de las artes visuales, configuraron un cruce de encuentros y discusiones entre géneros que batallaron con mucha fuerza por sus posibilidades de representación, como lo fueron la fotografía, la escultura y la pintura. Desde la ruptura con la figuración hasta llegar a las primeras vanguardias modernas, las habilidades formales para la reconstrucción de “lo otro” se resquebrajaron al tiempo que se nutrían en el debate entre el sentido y el sinsentido, extendiendo sus contingencias fuera de la forma y construyendo nuevos caminos hacia la idea. Una vez transcurrido más de un siglo desde las primeras escaramuzas y luego del conceptualismo que durante los años setenta dinamizó la cercanía entre técnicas diversas—siendo de prioridad la táctica que el artista tuviera a bien considerar para la materialización de su discurso crítico—, estas confrontaciones bracearon durante los noventa entre el formalismo extremo y los peligros de un rígido arte-pensamiento, y han necesitado trasladarse de nuevo a la sensibilidad de la forma, hurgar en sus linderos más oscuros para desajustarla a través de desplazamientos, sucesos, conexiones y tránsitos que paradójicamente encuentren nuevos atajos de estrategias artísticas confrontadas desde el ejercicio de sus propios opuestos.
La presente exposición tiene como finalidad señalar algunos despuntes de lo que este pensamiento construye en las propuestas de seis creadores venezolanos contemporáneos. En este caso hemos engranado una suerte de diálogo entre trabajos pictóricos, videográficos, instalativos y fotográficos, problematizando desde los entornos particulares el tejido crítico de traslaciones entre lo bidimensional y lo tridimensional, entre lo permanente y lo efímero, entre lo propio y lo colectivo. En cada caso, las cualidades de un género visual se despliegan desde la especificidad de su técnica para cuestionar su propio desempeño, así como para problematizar los modelos y las resonancias formales a las que se refiere
En estas armonías y disonancias el afuera se revela en su complejidad, poniendo al alcance del espectador algunos vínculos derivados de las tensiones pictóricas que generan los paisajes fotográficos de Nayarí Castillo, la desestructuración de la bidimensionalidad del pixel en la pintura de Cipriano Martínez, los gestos casi “dibujísticos” de las polaroids de Juan Pablo Garza o los restos performánticos en los testimonios cerámicos de Lucía Pizzani, sin olvidar las controversiales esculturas trastocadas de Camilo Barboza y los reveses objetuales de la historiografía de nuestras artes visuales en los óleos de Iván Candeo; contextos de intercambio, crítica, distancias, ensayos, olvidos y apropiaciones que se levantan frente a la verosimilitud hiper-reproductiva de nuestros contextos más recientes, escribiendo -tal vez- en sus desencuentros y hallazgos, un nuevo cruce reflexivo de disciplinas que potencien los enlaces de la obra con aquel que mira, y no desmayen en el camino los valores simbólico-materiales de la idea sobre la forma y viceversa
Lorena González