Ciudadano Yeyo: Martín García Ogly a.k.a. Yeyo
Los continuos desplazamientos migratorios, emocionales y tecnológicos, a los que está sometida la sociedad actual buscan adaptarse a las diversas realidades contemporáneas para asentar lazos de identidad y un sistema de pertenencia. Es, justamente en los centros urbanos donde el individuo -y, asimismo el artista-, se enfrenta a la experiencia de existir como forastero temporal, aquel que observa la sociedad y sus contradicciones desde el extrañamiento con el otro. Martín García, a.k.a. Yeyo, pintor, dibujante y músico nacido en Caracas al inicio del siglo, se ha dedicado a explorar las complejas dinámicas de las ciudades y sus habitantes, retratados desde una percepción singular que, mediante una narrativa crítica, intensa y sensible, aborda la naturaleza hostil de un entorno alterado; un entorno que revela, en cada escena, la representación enajenada de una profunda soledad y desasosiego.
En cercana resonancia con las vanguardias expresionistas alemanas de los modernos años 20, Yeyo potencia el dominio de la subjetividad del artista y de una emocionalidad extrema como lugar de enunciación. Sus trabajos exploran una vuelta a la orientación figurativa con la presencia de imágenes desnaturalizadas, una visión perturbada y distorsionada de la realidad convulsa de estos tiempos, no exenta de una violencia implícita. (1). El hilo conductor que atraviesa el más reciente cuerpo de trabajo de esta, su primera exposición individual en Beatriz Gil galería, evidencia dos ejes discursivos complementarios: las dinámicas extremas de los centros metropolitanos y, en consecuencia, el devenir errático y precario del habitante común en un espacio imaginado o, tal vez, retenido en la memoria. Sobre diversos soportes -lienzo y materiales transitorios, acordes a la temática- nuestro artista fusiona gruesas pinceladas de materia pictórica, saturada de un cromatismo intenso y disonante, con el trazo frenético de un dibujo desestructurado y amorfo, tal como son sus calles, edificios e individuos, representados en el simbolismo inherente a las estructuras sociales vacías. El paisaje urbano ostenta la aglomeración inhóspita de construcciones igualadas, una suerte de oscuras cuevas verticales -abatidas catedrales en ruinas-, distantes de ofrecer una arquitectura humana y benévola a la ciudadanía. Los estrechos callejones, pasillos, escaleras y también el transporte público, trascienden, en este contexto, como ámbitos temporales y cambiantes: un “umbral metafórico” habitado por seres anónimos y desolados de una clase trabajadora, agobiada por sus escasos ingresos y rutinas extenuantes, retrasando así el anhelado paso “hacia un nuevo futuro” (2). De esta forma, una de sus primeras obras, La tasca turbia, tema al que regresa frecuentemente, escenifica el espacio liminal por excelencia, un bar encerrado en una atmosfera agobiante e iluminación decadente donde la clientela local se permite encender un estado emocional y nostálgico, motivando un vulnerable intercambio de relaciones humanizadas, antes de retornar a la abrumadora cotidianidad. En esta pieza, así como en gran parte de su práctica pictórica, se evidencia el fenómeno de una sinestesia sonido-color en la que los sonidos texturizados y la mezcla de ritmos populares del repertorio postpunk de Yeyo, se perciben como el ruido visual y cromático que acompaña el devenir de sus atormentados personajes.
Ruth Auerbach
Mayo 2025