Y tanto rizos inmóviles como piel caribe enmarcan el gesto, que es legítimo, inabarcable, como si el mestizaje no fuesen capas superpuestas de información genética sino un secreto personal, personalísimo. Sin calcado. Ante lo que valdrá citar a la gran curadora Lorena González a propósito del estilo Vívenes: “Retrato del retrato, imagen de la imagen, gesto del gesto, su trabajo actual plantea un traslado”. Y rematará Beatriz Gil, galerista: “Las pinturas de Vívenes atrapan y maravillan al espectador, transformando una obra ya vista en un relato propio”. Por lo que valdrá preguntarle al entrevistado si es que se le hace difícil renunciar a las referencias. “Son parte del proceso de investigación; negarlas es debilitar el análisis y las reflexiones visuales”. Entonces, al maquillar esos rostros, ¿sufren el proceso del disfraz para, como pintor, apropiarte de ellos? “Los transgredo llevándolos al escenario donde la investigación tiene interés que habiten. Los llevo a los extremos de su gesto. Todos poseemos una máscara que no es una metáfora, es una personalidad, y al llevarlos al plano pictórico los despojo de esa hipocresía y busco darle un poco de realidad. En cierto modo los desmaquillo”, espeta quien ha participado en numerosas exposiciones colectivas, salones y bienales nacionales e internacionales en los que ha recibido importantes premios y distinciones —resalta el Premio Braulio Salazar en el 66 Salón Arturo Michelena, 2012.