on las porcelanas como norte surgió en 2013 la muestra Inanimados. Pero Coll comenzó a tomar fotos a los espacios en los que se disponían las “ventas” a las que asistía asiduamente y percibió una suerte de instalaciones. “Después me di cuenta de que lo que estoy retratando es bien triste. Lo empecé a hacer por la extrañeza de las composiciones en el lugar, esa manera en que la gente pone sus cosas en venta cuando se va de viaje. Luego comprendí que termina siendo la historia del país: gente que se va y deja todo, sus libros, sus objetos. No les importa, dejan los álbumes, quieren vender todo para salir, o porque murieron los dueños”, dice la artista acerca de su nueva exposición Testigos del desarraigo, que se presenta en Beatriz Gil Galería.
“Son historias muy fuertes, es un desarraigo demasiado grande con una historia, todo un pasado, lo que se vivió en ese entorno. Se corta con eso y se dejan a los objetos solos, que se quedan como protagonistas mudos. El espacio que una vez fue habitado y ahora está vacío es como una metáfora del país, una fotografía de lo que estamos viviendo”, asegura.
Coll no se considera una fotógrafa profesional; muchas de las imágenes fueron captadas con un celular, otras con cámara, pero aclara que no posee las destrezas técnicas para hacerse con el título de fotógrafa: “Yo soy una artista que toma fotos, realmente soy pintora”.