El 5 de julio, el país llanero celebró su día nacional. A propósito, conversamos con Tony Vázquez-Figueroa, artista caraqueño, quien desentraña la compleja relación de su país con el petróleo. En su obra, el “oro negro” se convierte en metáfora para explorar la identidad venezolana.
Pertenece al grupo de artistas para quienes material y metáfora van de la mano. En su caso, es el petróleo, sustancia vinculada a su nacionalidad, biografía y memoria familiar. Como buen venezolano, Tony Vázquez-Figueroa (Caracas, 1970) llevaba el tema del petróleo en el subconsciente. Sus inicios profesionales se dieron en una agencia de publicidad, como creativo. A los 27 años, una crisis vocacional lo llevó a estudiar arte en Cuba. Aunque entonces agitaba ideales de izquierda, su estadía en la isla, al ver cómo funcionaba el sistema, lo hizo reconsiderar la realidad que le habían “pintado”. En la isla no había materiales para pintar, por lo que empezó a utilizar alternativas. Descubrió el betún de Judea, como se llama al bitumen diluido con trementina, que le gustó por sus posibilidades para generar veladuras sobre la tela.
Desde La Habana vio surgir a Hugo Chávez. Continuó luego sus estudios en Nueva York y Londres, y al regresar a Venezuela, en abril del 2002, participó en una marcha pacífica. PDVSA, la industria petrolera, estaba en huelga y había paralizado al país. Fue testigo de la represión surgida en medio del caos del golpe de Estado en Puente Llaguno, el paso vehicular sobre la avenida Urdaneta, en el centro de Caracas, a dos calles del Palacio de Miraflores. Vázquez-Figueroa recuerda las bombas lacrimógenas, las piedras lanzadas a los policías y la respuesta de los francotiradores. Al compañero que tenía al lado le dispararon en la pierna. “La gente pensaba que había logrado derrocar al dictador, pero Chávez regresó tres días después”, recuerda. "Diario El Comercio. Todos los derechos reservados."...