Por Ruth Auerbach
La primera exposición individual de Génesis Alayón se presenta como el corolario visual de su práctica pictórica más reciente; una propuesta que da cuenta de sus inquietudes en relación con la visibilización del entorno social y cotidiano. Fugaces y precarios, estos fragmentos de paisaje urbano revelan, a partir del desplazamiento territorial y la vulnerabilidad de los procesos de pertenencia, los referentes sensoriales de una experiencia personal y afectiva.
Cada imagen construye una narrativa de reconocimiento con una localidad explorada desde el perímetro de sus calles, ventanas y fachadas; estructuras entrañables que atestiguan el paso del tiempo y la fragilidad de una memoria individual y colectiva, sedimentada en el detalle ilimitado. Las desgastadas superficies manifiestan también la urgencia por ampliar los márgenes del espacio bidimensional de la pintura. Su propuesta se constituye así en un relato propio que transita diversos y simultáneos sistemas de producción, buscando ampliar las posibilidades del medio como estrategia de representación contemporánea.
Las obras iniciales de Génesis, fundamentadas en sus recorridos por la ciudad de Mérida donde formalizaba sus estudios, materializaron un implacable y trágico testimonio visual. Tanto las rutas de autobuses vacíos como los camiones abarrotados de gente -las así llamadas “perreras”-, figuraban un retrato social en movimiento y un normalizado escenario de carencias y de sobrevivencia.
Con su último cuerpo de trabajo, la noción de desplazamiento nos devuelve la esencia de una experiencia en primera persona: redescubrir el entorno como el “lugar de pertenencia”, en una movilización que se articula desde el recuerdo fragmentado de un territorio transfigurado por la ausencia. En este proceso de reconexión con los vestigios de una identidad incierta, su pintura, a medida que descarta la representación del individuo, se abstrae en refinadas representaciones para rastrear y archivar sus propias referencias...